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07 agosto 2008

China superará a EEUU en 2035


Por : Jim Lobe
IPS Noticias


La producción de China no sólo está en camino de superar la de Estados Unidos para 2035: prácticamente la duplicará para 2050, pronosticó un ex economista del Banco Mundial, Albert Keidel. El informe de Keidel, hoy en el Fondo Carnegie para la Paz Internacional, estima que el crecimiento de la economía china, que promedió 10 por ciento anual en las últimas tres décadas, probablemente se sostendrá en las próximas dos, antes de caer poco a poco, hasta alrededor de tres por ciento para 2070.

Entonces, sin embargo, el producto interno chino, que hoy equivale a un tercio del estadounidense, se ubicará en torno de los 180 billones de dólares de 2005, en comparación con los 80 billones que alcanzará el de Estados Unidos en 2070, según el estudio titulado "China's Economic Rise - Fact and Fiction" ("El ascenso económico de China: Realidad y ficción"). Aunque se asoman obstáculos importantes para ese crecimiento --entre ellos posibles disturbios sociales, la corrupción y mal manejo macroeconómico--, Keidel considera que las autoridades chinas parecen en condiciones de superarlos, a juzgar por sus acciones de la última década. "Esos problemas no detendrán el crecimiento de China", aseguró en un seminario realizado esta semana en Washington. Incluso, frente al escepticismo mostrado por algunos panelistas, dijo que las proyecciones incluidas en su estudio constituyen "un escenario de crecimiento lento". Keidel enfatizó que el poderío financiero de China "se extenderá a todas las dimensiones imaginables de las relaciones internacionales". En este sentido, señaló que "el liderazgo de organismos multilaterales gravitará hacia China". Las sedes de algunas agencias de la Organización de las Naciones Unidas se trasladarán a ciudades de ese país, pronosticó. "Estados Unidos tendrá una importante influencia secundaria, al igual que Europa, pero tendrá que llegar a compromisos y su margen para tomar acciones unilaterales se verá cada vez más reducido", afirmó Keidel. En el terreno militar Washington continuará manteniendo grandes ventajas, incluida una red global de centenares de bases, muchas de ellas en la periferia de China, y un enorme arsenal de armas de diseño avanzado, varias veces superior al de Beijing.

Pero el tamaño de la economía china hacia mediados de este siglo persuadirá a los líderes estadounidenses "a considerar sus opciones con inteligencia", agregó. El análisis de Keidel destaca que el dinamismo de la economía china se basa más sobre la inversión y la demanda domésticas que sobre las exportaciones. Este enfoque relativiza el punto de vista convencional, según el cual el crecimiento de ese país comenzará a reducirse más temprano que tarde, pues sus mercados externos no podrán o no querrán seguir comprando sus productos al mismo ritmo que ahora. Aunque el comercio exterior ha sido un factor importante en el crecimiento de la economía china, esto no significa que dependa en extremo de las exportaciones, señaló Keidel. De hecho, agregó, la economía china se desaceleró cuando su principal importador, Estados Unidos, se encontraba en una etapa de fuerte expansión, y creció fuertemente cuando la estadounidense registraba una contracción. Este patrón es el opuesto al observado en las otras tres mayores potencias exportadoras: Alemania, Corea del Sur y Japón. El estudio indica que las altas tasas de crecimiento chinas podrán sostenerse por el pobre nivel de desarrollo existente cuando se comenzaron a aplicar las reformas económicas en los años 70. En comparación con Corea del Sur y Japón, China aún se encuentra en una etapa temprana de su desarrollo político y económico, señala. Asimismo, a diferencia de sus vecinos, que protegieron sus industrias clave cuando se encontraban en un estadio de desarrollo similar al chino, Beijing abrió su economía mucho más a la competencia externa, importando y utilizando las más modernas tecnologías para aumentar su competitividad.
"Corea del Sur y Japón jamás hicieron esto", dijo Keidel. Finalmente, la economía china ha creado "una red de incentivos que recompensa a la gente que asume riesgos y trabaja duro", algo que ha sido "subestimado", agregó. A pesar de los controles estatales, "las empresas chinas son máquinas de hacer dinero, fuertemente orientadas a la maximización de las ganancias", afirmó Keidel. Asimismo, cree que el manejo de los inevitables ciclos de expansión y contracción de la economía china por parte de las autoridades se han vuelto en las últimas tres décadas mucho más complejo. En cuanto a las preocupaciones por la pobreza, la creciente desigualdad, y la contaminación del aire y el agua que pueden conspirar contra el crecimiento a largo plazo, el estudio concluye que China parece encontrarse en una trayectoria similar a las de Corea del Sur y Japón. Esos dos países pudieron afrontar tales problemas, particularmente a medida que crecían la urbanización y el nivel de ingresos, que acicatearon la preocupación del público frente a esas cuestiones. La corrupción, especialmente dentro del gobernante Partido Comunista, también podría convertirse en el "talón de Aquiles" de China, pero según Keidel "no ha impedido un rápido crecimiento en el pasado y es poco probable que lo haga en el futuro", sobre todo a la luz "del aumento en el ingreso por habitante y la creciente atención que los medios de prensa ya están dedicando al tema". En cuanto al papel del partido, ha evolucionado de "un sistema autoritario unipersonal" a una "tecnocracia corporativa" que introdujo "mecanismos de gobierno participativos", los que podrían llevar a "un sistema de elecciones de base más amplia", tal como ocurrió en Corea del Sur y Taiwán, agregó. Aunque el producto interno bruto de China superará al de Estados Unidos para 2035, le tomará alrededor de 80 años ubicarse en un nivel similar medido por habitante, según el estudio: en 2005 era de menos de 2.000 dólares, frente a los 41.000 dólares de ingreso por habitante en Estados Unidos. Según el modelo de Keidel, el producto por habitante de China en 2035 será aproximadamente un tercio del estadounidense, aunque representaría alrededor de la mitad si se lo calcula en base a la paridad del poder de compra, que toma en cuenta las diferencias en el costo real de una canasta de productos en ambos países.

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