Por: Iván Cepeda Castro
18 PUEBLOS INDÍGENAS QUE HABITAN en Colombia están actualmente en proceso de exterminio o de extinción. Así quedó constatado en una sesión del Tribunal Permanente de los Pueblos, que se realizó por estos días en la Sierra Nevada de Santa Marta. Estos son algunos de los casos que allí se presentaron:
La explotación del petróleo en Arauca por parte de la empresa española Repsol y por la estadounidense Occidental Petroleum ha afectado gravemente a la comunidad u’wa, y tiene al borde de la desaparición a los sicuani. A mediados de la década de 1990, los u’wa advirtieron que podrían llegar al suicidio colectivo ante la violación de su dignidad y su territorio. Las empresas petroleras han convertido el hábitat de los indígenas en zonas de exclusión, quitándoles su espacio físico y contaminando su medio ambiente. En Putumayo, los cofanes y los sionas están en proceso de ser aniquilados por efectos de la violencia. Sus territorios han sido invadidos por la compañía petrolera estadounidense Argosy.
La explotación del petróleo en Arauca por parte de la empresa española Repsol y por la estadounidense Occidental Petroleum ha afectado gravemente a la comunidad u’wa, y tiene al borde de la desaparición a los sicuani. A mediados de la década de 1990, los u’wa advirtieron que podrían llegar al suicidio colectivo ante la violación de su dignidad y su territorio. Las empresas petroleras han convertido el hábitat de los indígenas en zonas de exclusión, quitándoles su espacio físico y contaminando su medio ambiente. En Putumayo, los cofanes y los sionas están en proceso de ser aniquilados por efectos de la violencia. Sus territorios han sido invadidos por la compañía petrolera estadounidense Argosy.
En Chocó, Antioquia y el Eje Cafetero, los embera son asesinados y desplazados. Se busca optimizar la explotación del oro, que realiza principalmente la empresa Anglo Gold Ashanti. En Córdoba, los embera katio han denunciado en múltiples oportunidades los efectos de la construcción de la represa de Urrá. En abril de 1999, solicitaron asilo en la embajada de España. Pidieron que los cerca de 2.500 miembros sobrevivientes del asentamiento de su comunidad en el Alto Sinú fueran recibidos en España en calidad de refugiados políticos. Las comunidades que conforman el pueblo wayuu han perdido sus territorios y se han tenido que desplazar a la Alta Guajira o a Venezuela.
Sus tierras ahora son controladas por los grupos paramilitares, y han sido invadidas por megaproyectos de explotación de gas e hidrocarburos. En la Sierra Nevada de Santa Marta, los kankuamos han sufrido en siete años 228 asesinatos políticos y el desplazamiento de 400 familias. Los grupos paramilitares los han perseguido por la defensa que han hecho de la riqueza hídrica de su territorio.
Arhuacos, koguis y wiwas los otros tres pueblos que habitan la Sierra Nevada también afrontan la violencia de los grupos armados y las pretensiones de las empresas nacionales y extranjeras de convertir la privatización del agua en un megaproyecto económico. Quedan no más de 400 nukak maku en el Guaviare. La invasión de su territorio por los colonos y los grupos armados está llevando a la desaparición física de este pueblo nómada. Los wipiwi también se encuentran en una situación de alto riesgo de extinción, pues sólo quedan 12 familias integradas por 83 miembros en Casanare.
¿Cómo calificar esta realidad? No cabe otra definición que la de un cuadro de múltiples genocidios, o si se prefiere, de múltiples etnocidios. La desaparición de estos pueblos es la muerte de lenguas, cosmovisiones y culturas que hacen de nuestro país uno de los más diversos del planeta. Lo atroz de esta situación no es sólo el desvanecimiento progresivo de poblaciones enteras arrasadas por la codicia de las multinacionales, y en medio del conflicto armado.
Lo monstruoso es además el silencio cómplice de la sociedad colombiana y de la comunidad internacional ante fenómenos criminales tan graves y masivos. Los pueblos indígenas están siendo aniquilados en medio de la indolencia generalizada. Sin multitudinarios conciertos de superestrellas ni marchas ciudadanas que exijan poner fin a estos etnocidios.
19 de julio de 2008.
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